No sólo toga. Hasta hace no demasiado tiempo también vestíamos una especie de gorra hexagonal, llamada birrete e igualmente negra, que sólo nos quitábamos al entrar o salir del tribunal y al pedir la venia para intervenir en el juicio.
Pero vayamos por partes
El origen del uso de la toga lo podemos situar en el reinado de Felipe II (1556-1598). Este rey digamos que uniformó la administración, imponiendo el color negro para los trajes de ceremonia, aunque en referencia a una prenda que se usaba en la época y que se llamaba garnacha, una especie de túnica ancha con mangas cortas que se vestía sobre la ropa propiamente dicha.
Esta prenda debían vestirla ciertos funcionarios del Rey (alcaldes, oidores, magistrados y fiscales principalmente) como signo identificativo y no sólo en las salas de justicia, sino en todo momento. Es más, con el paso del tiempo las modas cambiaron y, a finales del siglo XVI, ya se veían pocas de estas garnachas, sin embargo la obligación de vestirlas se mantuvo para estos funcionarios aunque debajo todos vestían el llamado traje de golilla, que podemos observar en la fotografía anterior, en pinturas de la época y todavía utilizan los alguacilillos en las plazas de toros.
Los abogados no podían usar ni la garnacha ni el traje de golilla. Vestían una capa larga, adornada con una capilla en la espalda llamada capa de letrado. Pero el hecho es que sí utilizaban ese traje, puede que por parecerse a los funcionarios de la corte que sí la usaban, puede que por exigencia de los propios magistrados.
Y así se mantuvo la cosa hasta 1835 (¡trescientos años nada menos!), año en que Isabel II ordenó que se dejara de vestir el traje de golilla.
La ley de organización del poder judicial de 1870, antecedente de la vigente Ley Orgánica del Poder Judicial de 1985, ya estableció la obligación del uso de la toga para abogados, con un aspecto casi idéntico al actual. Y hoy día el artículo 187.1 de la vigente Ley Orgánica del Poder Judicial exige su uso «En audiencia pública, reuniones del Tribunal y actos solemnes judiciales…»
El uso de la toga supone, pues, tanto una obligación legal como el mantenimiento de una tradición.
En cuanto al birrete, en sus inicios llamado gorra y hoy prácticamente en desuso, los abogados lo utilizaban desde el siglo XVI y se consideraba un alto honor.
Cubrirse la cabeza ha tenido históricamente una gran importancia simbólica. Los reyes se colocaban una corona, los eclesiásticos una tiara (los papas) o una mitra (los obispos); en el ámbito universitario tanto el rector como los doctores usaban un bonete. Es decir, era un símbolo con el que se quería indicar el rango o la jerarquía del personaje que lo usaba. Por ello el hecho de actuar con la cabeza cubierta ante un tribunal no era un capricho de los abogados, sino una necesidad de reconocimiento profesional, un medio de afianzar su prestigio y el de la profesión a la que pertenecían.
El abogado sólo se quitaba en birrete en tres momentos: Al entrar al tribunal, al salir y al pedir la venia para informar. Durante el resto del juicio permanecía cubierto.
Hoy día está prácticamente en desuso y, de hecho, el Estatuto General de la Abogacía de 2013 ni siquiera lo nombra